Escribir poesía es transformar en música y decir mediante símbolos lo que nos ocurre todos los días. Es transformarlo todo.
Siempre bajo el cielo se ha querido soñar con lo que hay mas allá de las nubes.
Frente a montañas infranqueables, se ha querido inventar ese pasadizo hacia un mundo exótico. Frente a la inmensidad de la noche se ha querido explorar el secreto de la luna o se ha esperado el amanecer para verla fundirse con el sol. Si para eso tenemos la poesía. Remedio absoluto para las almas en viaje, para las almas que nada pueden.
Por ello, la poesía otorga densidad al sueño, a la invención, a los encuentros, a los deseos , a lo que intriga y no tiene ni más remota explicación.
La poesía es la síntesis de todas las potencias creadoras del hombre.
Por medio de ella, el hombre resuelve sus desequilibrios, creando ese equilibro mágico que pueda sacarlo de tanto agobio.
El corazón fastidiado o no, te impulsa a ella. Es un bello enfrentamiento con el interior más
pagano, sórdido e inexplorado.
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