sábado, noviembre 15, 2008

Laberinto Seis: Preguntas.

Su hijo acostado a su lado le hacia todas las preguntas y comentarios posibles para no dormirse y mantener la atención hasta el máximo para evitar que el sueño se apodera de ellos…
La televisión de fondo iluminaba el pequeño cuarto de la pensión que compartían en la calle Bacacay a una cuadra de la estación de floresta, el transitar de los trenes les marcaban el paso de las horas muertas…
Sentados una tarde ya noche de un otoño llamativamente caluroso donde la humedad se hacía insoportable, las imágenes sucedían unas tras otras de manera incesante, como si algo debía escupir la mente de manera fugaz, de manera repentina…
Entre tanto desconcierto se lo olvido de olvidarse lo penoso de su exótico pensamiento, detrás sonaba la radio que lo acompañaba con su programa favorito de los jueves por la noche, “El show del ascenso”…
La siesta de su hijito nunca llegaba, como ese gol que demora la garganta del sufrido… y el mientras tanto se hace cada mas insostenible.
Pensaba como era habitual, en los realismos mágicos, en como la modernidad había dejado su impronta idealista y la persistencia de algún que otro estilo estético greco romano… entre mezclado esto con aquella jugada en donde la pelota no hubiera sido de vuelta por el poste.
Investigaba en sus propios pensamientos el porqué y para que de cada momento… si los acontecimientos de finales de siglo XIX tendrían hoy la misma envergadura y alcance de llegar a todas las personas… y así con pensamientos exóticos se le escapaba otra tarde noche de nunca jamás.
- Papá – ¿Que es ser grande?
- ¿Grande de qué? Responde sorprendido el Juan, mientras esconde la mirada detrás de la pequeña ventana.
-Grande Papá… grande… yo mañana voy a ser grande.

Un fuerte bocinazo interrumpe la soledad que habita en la cuadra, donde se encuentra la pequeña y austera habitación, el ladrido de un viejo perro completa la ruidosa secuencia.

Compañeros oyentes de cada tarde el “show del ascenso” va terminando vocifera una voz estruendosa que sale de la radio, y con ella la tarde, que le da paso a otra noche y él sin poder responderle a Amador.

Una ventana y ninguna realidad, ella de manera feroz le devolvía instantáneamente todo lo que afuera no podía tener adentro…
Pero dentro de él estalla esa furia, con ese no se qué, y por ese no se qué, que solo sienten aquellos a los que les acontece y vaya si les acontece…
Amador, le pregunta a su padre.
¿Papá porque la vida transcurre tan rápido?
¿Siempre cuando estamos durmiendo y no la podemos ver?
Sin saber cómo responder comienza a disuadirlo con argumentos inconexos y que lo sacarán de esa incomoda pregunta de rigor, mientras comienza a preparar los fieles amargos a la hora que las brujas se comienzan a presentar.
La pava, reposada chifla el olvido del asunto, el fuego azul ensucia la vieja cocina de tres hornallas… y la vida va continuando… su sin rumbo ensordecedor.
Las tardes noches comienzan siendo la antesala de un infierno atónito y mordaz, la presencia de que todo está por faltar, donde el turismo al borde del abismo es moneda corriente, y afuera y adentro las horas eternas…

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