domingo, abril 26, 2009

Laberinto nueve: Seis grados de razón.

La musica en inglés en el frío otoño sin vientos ni cuentos desarma el sexto sentido de la duda.
Falta menos. Una vela blanca transforma las tazas sucias en espectros de la quinta avenida.
Todos en la cocina lejana, muy lejos, lejísimos, casi inmateriales; escucho los rumores y alguna palabra suelta que trae el viento. Alguien duerme cerca de mí y ni se entera de que el cuarto se desvanece.
La que duerme se despierta, se levanta, da vuelta el dolor de la que llora en inglés y desaparece antes que cuente tres.
¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Pienso... un segundo se abre y me contesta.
El último atardecer en el mar, un sexto sentido en la quinta avenida, un cuarto y nosotros tres.
En un segundo el atardecer se desangra y llena mis ojos de rojo verdemar. Me voy a dormir pero no quiero cerrar los ojos, veo venir la lágrima falaz, huelo la sal., me aflojo y la dejo salir, ahí va, ya puedo dormir.
Ni tan loco ni tan curado (ahora es de día).
No dormí nada, el cuerpo se cansó con el sol de la mañana. El otro cuerpo dijo no antes de acostarse (es la penúltima vez que duermo con fantasmas) A veces resulta cómodo dormir solo para llorar acompañado, pero esta vez me salió muy caro acompañar este dolor con los caprichos de una fantasmagórica sensación de placer. El precio de la libertad parece ser la soledad.
Decido sin pensar en dos/vos, tengo la espalda cargada de recuerdos que no dicen nada, que pierden nitidez en este sábado casi muerto en un olvido de abúlica sonrisa. Exiliado del exilio, no tengo ganas de ver a casi nadie, soy la patética fotocopia de mi yo soberbio aniquilado. Esta mañana – mediodía sufro por ese yo que se fue, ese que fabriqué en el mar de los sueños, horas atrás.
Abro la ventana y el ruido no respeta mi velorio.
- Un fantasma para tu soledad, J. – Dijo – Voy andando caminos ya surcados, no creo, soy de las que seducen a los derrotados inconscientes. Puedo ser tu perdición o sólo una poesía de trasnochado, un desvelo pasajero, vos elegís...
“El otoño sabe a tristeza y desencuentro”, no necesito otra excusa para vomitar mi pena. Dominado por instintos, deseo encontrar la verdad, al menos una. Creo al silencio mas sabio que al olvido, por eso escribo.
Ahora me estoy yendo, en este último atardecer.
La verdad que ansío no está en el mar de los sueños , o no vino...
¿Dónde está la verdad mientras me muero?
Joaquín.

2 comentarios:

Joaquín dijo...

Buenaventura, de más esta decir gracias, la gracia, entre nosotros esta escrita.
Me da una sensación cuasi agradable leer(me)(nos)en este escrito ya olvidado por mi. Anduve por el Uruguay, alla nos estan esperando
Siempre suyo
joaquín Tzaurí

Anónimo dijo...

Simplemente hermoso, sin palabras