Ella se sonrojaba absurdamente mientras se acomodaba el pelo por detrás de la oreja.
Su alma se expandía desde su más profundo interior hasta golpearme los ojos cansados y sin sueño.
Los sueños que soñábamos ya los habíamos soñado. Quedaron en otro lugar.
Se va acabando la larga noche y su terror.
Sueña esos ojos verdes, praderas interminables, amores sin contaminación.
Me pongo a leer sin leer, mientras los verdosos ojos de ella, me dicen mágicamente limpiando el cielo del mundo, que su alma esta denuda y tiene frio.
Que tiene esas profundas ganas de moverse. De vivir. De no callar el ruido.
No quiere la quietud, esta la deposita en sitios obsoletos, malheridos, agrios y espesos, como esa bruma pesada que trae el mar sucio y embravecido.
Esa última mueca huele a muchos años de tormentos equivocados; desamparos y mucha humedad en los huesos.
El calendario a rítmico de su corazón la paraliza y cuenta los días para atrás.
Siempre es invierno y el sol habita en el ocaso de su imaginación.
Sus ojos son la voz de la diferencia, me hablan de nuestros abrazos y nuestro amor imperfecto.
Me transportan a ciudad utopía que nunca quise conocer.
Sus ojos me lo dijeron todo.
1 comentario:
que bello.
me hace sentir tan cerca de todo aquello.
gracias.
laura
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