martes, diciembre 01, 2009

Soliloquio

Será inevitable la locura?

en el hombre “normal”, regido sistemáticamente por las cuantiosas reglas, normas, preceptos...

Será inevitable la locura, en el hombre “anormal”, que se lo observa, se lo estudia,

y se lo invade con las mismas e impúdicas normas y reglas...

esas que asfixian, enmarcan y alteran,

limitan, demonizan y des armonizan.

Será inevitable la locura de ese genio “anormal” incomprendido,

ese genio que habita en todo hombre,

donde su genialidad demente sea el tempestuoso impulso para la más profunda realización, ese impulso esencial de cambio, de alteración,

rompiendo con las estáticas y rígidas normas preconcebidas... estimulando la plena construcción en movimiento,

donde se rompa con la normalidad ficticia artificial y efímera de existir, de padecer...

y entonces, el hombre pueda al fin, no caer en un vacío de tantos futuros negados...

Entonces sí !!

La locura es inevitable. Para aferrarse violentamente al mundo de la jubilosa imaginación,

motor principal para la re-creación, re-significación, re-solución…

de esta realidad nublada

con vicios baratos,

con insoportable contaminación, llena fronteras...

Ese motor, ese generador es el arte, y la poesía... es su exponente sustancial,

la cual impulsa una búsqueda absoluta hacia lo extraviado, lo oculto, lo prometido

que habita en el interior más remoto de nuestro contrariado ser

el cual, fecunda una bella esencia irreductible de libertad...

Quizás estar loco, estar perdido, ser un vagabundo o un soñador furtivo

Quien no quiso alzarse al vuelo entre ninfas inmaculadas,

y delirar con los colores del crepúsculo…

Habitar

en el callejón El Desengaño,

ser cuento entre gitanos,

tener piedad de los que mienten

y se pasan de la ultima raya…

Pelear junto a los que viajan a contramano…

Asumiendo el tiempo

que nos toca vivir

y la aventura que nos toca contar

sin perder los modales

Quizás,

no sea tan malo

Y el absurdo sea el inevitable refugio de los santos inconscientes...

1 comentario:

Pablo tu Tio dijo...

EL EREMITA ASTUTO
Era un eremita de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego. La muerte no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapase al eremita y lo condujese a su reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no pudo apresar al astuto eremita y llevárselo consigo. Fracasado el emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.
Yama, el poderoso Señor de la Muerte, se quedó pensativo durante unos instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro habitualmente circunspecto del emisario, que se puso seguidamente en marcha hacia donde habitaba el ermitaño. De nuevo, el eremita, con su tercer ojo altamente desarrollado y perceptivo, intuyó que se aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas idénticas a la suya.
El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales.
Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:
--Muy bien, pero que muy bien.
!Qué gran proeza!
Y tras un breve silencio, agregó:
--Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.
Entonces el eremita, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:
¿Cuál?
Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.
El Maestro dice: El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás has dejado de ser.