Sus pequeños muñecos favoritos le dan la espalda. Le aterra la situación.
Afuera mora un humo denso.
En la penumbra que le propone la noche, las dimensiones de la habitación parecen aumentar.
Aumenta el sosiego, ninguna fuerza terrenal puede franquearlo ahora.
La más remota de todas es su madre. Hasta el corazón de ella parece haber desaparecido irrevocablemente en las profundidades insondables de la pesada noche, la bruma espesa es instinto de poesía con vida, poesía de muerte.
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