Volvió sobre sus pasos, giró y se miró al espejo. 
Ahora si veía todas sus imperfecciones.
Fue la sombra de una vida errante. De magras elecciones. De una épica entusiasta.
Se encogio de hombros como exponiéndose al no resuelto. Al tiempo que pensaba "y ahora debo volver a ser..."
En ese momento sintió encoger su herido corazon. Entraba en la pequeña palma de la mano de un niño. 
Cerró los ojos, y sintio la luz incandescente que le devolvia otra vez el espejo.
Sentía afuera un ruido abismal. Exaltado, abrió los ojos, se lavó con deprisa la cara y salió con las toallas de papel en la mano. Afuera no había nadie. 

El furioso ruido lo engullo. 
Miró a un lado y al otro. Se sintió aturdido.
Vicente jurará a ver visto gente en aquella oficina de correos.
Caminó, por un largo pasillo, lúgubre y desmejorado, giró entre unas anchas columnas, y subió unas sucias escaleras, el lugar parecía inhabitable desde hacia mucho tiempo, pero el ruido seguia y seguía. Por momentos era aterrador 

Ve otra puerta negra con un cartelito: Baño.
Entró confundido, asegurándose de que no haya nadie, pero nadie. Pero no había nadie. Y otra vez lo detuvo de un tirón el espejo. El maldito espejo. Cerró los ojos y otra vez el ruido se hacia insoportable. Tenia la mirada confusa. 

Y la culpa desbordando su corazón.
Comenzó a transpirar. Intentó regular la respiración. Y pensar de manera tranquila. El espejo rencoroso, esta vez, le dio la espalda.
Tomó agua, se mojó la nuca, como le había enseñado alguna vez, un viejo amigo...  antes de salir recordó todo aquello que se había olvidado de olvidar..

y con todo el ruido clavado en el medio de su alma, salió al mundo.