Hoy no hable
ni un momento con ellos, en realidad una vez sola y por teléfono.
Y estoy seguro, pocas veces lo estuve, no me alcanzó para nada.
Me faltó esa
dosis de vida que me inyectan para que la vida misma pueda continuar. Ayer, hoy
y mañana.
Improvisada la noche cayó estrepitosa y se hizo bien noche. Sin
titubeos. No hubo vueltas. Se hizo noche y profunda.
El televisor de fondo devolvía el partido de Racing, alumbraba con sus destellos la oscuridad de la noche
cerrada.
Levanto la vista del libro que estaba leyendo con entusiasmo, y veo que el
arquero es expulsado. El equipo no tenía más cambios y ante
ello, decide atajar el numero 5 el volante central. Todo ello me lleva de manera inevitable a imaginar la cara de ellos, su adrenalina al ver tamaño disparate deportivo.
El 5 va con
actitud y compromiso. Se calzó el buzo de héroe, los guantes
y chasqueo dedos y manos como si hubiera sido arquero de toda la
vida.
El juez pita.
El delantero patea, débil, y el arquero improvisado tapa el remate de manera
increíble y real.
Cierro los ojos. Imagino sus inocentes rostros en pleno jubileo.
Saltando de la emoción que provoca dichos momentos. Los siento.
Y eso me bastó
para comentarlo eufórico y a viva voz, como si estuviera junto a
ellos, aunque no estuviesen, esta vez, a mi lado.
Siento que si
estarían viendo el partido, sus corazones estarían vibrando como
el mío.
No solo por el hecho fortuito de la atajada y todos sus
condimentos, sino por el hecho de que esas hazañas a nosotros nos emocionan.
Nos apasionan. Y eso es lo verdaderamente valioso, la conexión que poseemos. Estamos cerca en
esta lejanía que hoy nos une desde otro lugar.
Y eso que ni
cerca somos hinchas de "la Academia". Vale la aclaración ya
que el corazón late entendiendo de colores. Los colores del barrio.
La noche ya estaba entrada en ella misma. Y con ella mi alma, que
se fue yendo en cada estrella que fue asomando.
Fui hasta
el balcón para encontrarme con su oscuridad y con
el ínfimo destello que provoca la estrella más alta; mientras abajo,
el tren pasa, va y viene. Las sombras me saludan. Lleva y trae, no interrumpe,
sino que completa con su andar ruidoso, el instante.
En el balcón acostado del mundo, pude abrirme de par en
par y tomar todo el aire posible. Respirarlo todo. Inhalarlo todo.
Completarme de todo, y volver del abandono aceptando que ya no estoy a tu lado, aceptando todo lo que pude haber sido y deje de ser...
Todo esto lo puedo identificar como mi tercera soledad. Cuando una parte muy alejada de mi
se esta fundiendo en su próximo desvelo.
Mientras logro
acercarme a ellos dos cuando me despido, otra vez, en lo profundo del universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario