miércoles, septiembre 05, 2012

Laberinto veinticuatro: En lo profundo del universo.



Hoy no hable ni un momento con ellos, en realidad una vez sola y por teléfono.
Y estoy seguro, pocas veces lo estuve, no me alcanzó para nada.
Me faltó esa dosis de vida que me inyectan para que la vida misma pueda continuar. Ayer, hoy y mañana.
Improvisada la noche cayó estrepitosa y se hizo bien noche. Sin titubeos. No hubo vueltas. Se hizo noche y profunda.
El televisor de fondo devolvía el partido de Racing, alumbraba con sus destellos la oscuridad de la noche cerrada. 
Levanto la vista del libro que estaba leyendo con entusiasmo, y veo que el arquero es expulsado. El equipo no tenía más cambios y ante ello, decide atajar el numero 5 el volante central. Todo ello me lleva de manera inevitable a imaginar la cara de ellos, su adrenalina al ver tamaño disparate deportivo. 
El 5 va con actitud y compromiso. Se calzó el buzo de héroe, los guantes y chasqueo dedos y manos como si hubiera sido arquero de toda la vida.
El juez pita. El delantero patea, débil, y el arquero improvisado tapa el remate de manera  increíble y real. 
Cierro los ojos. Imagino sus inocentes rostros en pleno jubileo. Saltando de la emoción que provoca dichos momentos. Los siento.
Y eso me bastó para comentarlo eufórico y a viva voz, como si estuviera junto a ellos, aunque no estuviesen, esta vez, a mi lado. 
Siento que si estarían viendo el partido, sus corazones estarían vibrando como el mío. 
No solo por el hecho fortuito de la atajada y todos sus condimentos, sino por el hecho de que esas hazañas a nosotros nos emocionan. Nos apasionan. Y eso es lo verdaderamente valioso, la conexión que poseemos. Estamos cerca en esta lejanía que hoy nos une desde otro lugar.
Y eso que ni cerca somos hinchas de "la Academia". Vale la aclaración ya que el corazón late entendiendo de colores. Los colores del barrio

            La noche ya estaba entrada en ella misma. Y con ella mi alma, que se fue yendo en cada estrella que fue asomando.
Fui hasta el balcón para encontrarme con su oscuridad y con el ínfimo destello que provoca la estrella más alta; mientras abajo, el tren pasa, va y viene. Las sombras me saludan. Lleva y trae, no interrumpe, sino que completa con su andar ruidoso, el instante. 
En el balcón acostado del mundo, pude abrirme de par en par y tomar todo el aire posible. Respirarlo todo. Inhalarlo todo. Completarme de todo, y volver del abandono aceptando que ya no estoy a tu lado, aceptando todo lo que pude haber sido y deje de ser...
Todo esto lo puedo identificar como mi tercera soledad. Cuando una parte muy alejada de mi se esta fundiendo en su próximo desvelo. 
Mientras logro acercarme a ellos dos cuando me despido, otra vez, en lo profundo del universo.

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