Laberinto doce: Ayer y Amador
A mador Limao, viste a la antigua, camina pausado, huele diferente, dejo su vida en el siglo XIX. Deambula por los suburbios de la ciudad. Siempre cerca de los desencuentros. Su andar vago y cansino lo saca y aleja del mundo voraz, violento de imágenes y carente de estilo. Mundo irresoluto, con reglas propias para corromper, te invita y te aplasta, te exige y te excluye. Amador, fija su mirada en los vestidos desfachatados, en las pastillas de colores, lo ensordece el ruido estridente. Nada dicen, solo ansían algo que no será. Insoportable vorágine, piensa Amador, donde el tiempo se mide desde la tardanza, si ahora ya es tarde. Todo veloz, todo voraz, hasta el invierno dejará de existir… Amador Limao no interpreta el sentido de este mundo, vive parado al final de él mismo. Olvidose de existir, ya nada le pertenece. Viaja en ese tenue vaivén de sus suspiros, en la casta tragedia de la vigilia. En cada intento de armonía, en cada ojo verde, en cada brisa de sol. Quizás no sea necesario v...