La poesía se arrima zumbando bajito, entre acordes, acuarelas y entre risas y abrazos..
se hace huella de vivido. Bienvenidos a la fiesta de las letras.
… y la angustia se desato al final... Las piernas se aflojaron, estaban pesadas, las largas horas de ansiedad hicieron su trabajo. La vida entera reunida allí, entre tantos. Miles de conocidos, cientos de desconocidos y muchos otros por conocer. La piedad del sufrimiento, fue la mejor compañía. Los rezos de los que nadan creen... estaban allí, en muchas manos. El cielo se vio mirado por miles y miles de miradas, que imploraban, ese no se que… Como respirar, con tanta humedad. Como saltar, si casi no había lugar. El pecho cerrado. Hacia imposible cantar. Cuantos años de angustia, cuantas deshonras. Cuantas tardes para nada. Cuanto anhelo, cuanto vida en tan solo dos colores. Todo pasaba en tan solo noventa-y-pico de minutos… y un poco más. El paso del tiempo fue insoportable, no pasaba nunca; las manos ya no tenían que transpirar. La boca seca, la garganta bien anudada. Pensaba, con los dedos bien entrelazadas, imposible que se nos escape esta vez… viví toda aque...
“No vemos las cosas como son, las vemos como somos”. Anaïs Nin Suene el despertador o no, cada mañana despierto con la asfixiante sensación de no volver a ver. Con la advertencia de esa llave entre el cerebro y el mundo. Con su insoportable amenaza: apagarse de forma definitiva. Entonces, comienzo a buscar puntos estratégicos en el dormitorio: el vértice de un cuadro colgado de la pared o el vértice de la puerta entreabierta. También ubico ese punto de fuga en un manojo de pañuelos desordenados sobre un solitario barral de madera, allí, detrás de la misma puerta. Ahora que escribo no sé muy bien por qué deambulo entre esos vértices. Será por una cuestión de iluminación. O se tratará de una necesidad. O, incluso, de saber previamente que existen, que son y, por ese mínimo hábito visual, afirmar su presencia ahí. Inamovibles. Todo esto sucede, claro, entre ese mundo aparte, entreverado en la plena duermevela. Fatídica acción preliminar: desmontar el sueño para entra...
Nos estábamos preparando. Como lo hacíamos cada vez que había partido. El ritual de siempre, no se olvida nunca. Sabíamos que era cuestión de tiempo el grito del viejo que estaba al caer… “dale que en un rato arrancamos..” y ese grito era el que deseábamos escuchar desde que terminaba la semana. Claro que en la semana nos íbamos preparando porque papá nos fogoneaba con las formaciones, las posiciones de cada equipo en la tabla, las urgencias y necesidades de cada uno de ellos. Cuestiones que me dificultaban recordar, pero lo seguíamos con entusiasmo. Sobre todo teniendo en cuenta que mi hermano y yo tenemos 7 y 5 años respectivamente. Lo maravilloso del caso es que el viejo nos habla con tanta pasión, paciencia y compromiso como si fuéramos jugadores de primera, periodista deportivos o analistas de algún programa de fútbol. Este partido era especial, muy especial, en realidad no era un partido sino una fiesta “inolvidable” decí...
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